No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito
Éxodo 23:6
No está permitido sacar provecho de una persona pobre. Si lo tratamos bien, no podrá devolvernos el favor. No dispone de los medidos para restituir nuestra benevolencia. Dada su situación, no tiene dinero, ningun cargo y ninguna buena relación para compartir con nosotros. Esta es una verdad fundamental y universal bien conocida. Los pobres son así indefensos en una sociedad incrédula e impía. Si lo acusan falsamente, no encontrará amigos que estén de su lado ya que nadie da nada gratis. Además, es muy fácil acusar a un pobre, porque en la miseria es más probable que cometa un delito.
Yahuwah obliga a su pueblo cumplir esta ley para eliminar el problema de la desigualdad. Sin embargo esta ley solo funciona en paralelo con el respeto de otras leyes similares. Porque los pobres no pueden tener más derechos que los ricos con el pretexto de ser pobres. Además, solo podemos ser imparciales si rechazamos categóricamente cualquier recompensa y otros sobornos que puedan inclinar la balanza de un lado o del otro. Prohibir la corrupción también fortalece esta ley porque los pobres no pueden permitirse comprar un servicio de este tipo.
No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos
Éxodo 23:8
Es cierto que hoy en día, los «pobres» sufren cada vez menos injusticia. En esta atmósfera de humanismo excesivo y creciente, el mundo se balancea de un extremo al otro. Por supuesto, no es del interés de Satanás que la ley de Yahuwah se aplique de manera equitativa. Siempre está tratando invertir la situación y no restaurar el equilibrio original. Por lo tanto, es esencial tener en cuenta los derechos de los ricos en paralelo con los derechos de los pobres con el fin de mostrar una equidad perfecta. Es interesante observar que la ley que defiende los derechos de los ricos se menciona antes que la que defiende los derechos de los pobres. Esto es tanto más sorprendente ya que, en el curso de la historia, los pobres han sufrido mucho más por las injusticias de los ricos que el contrario. Esta secuencia cronológica adquiere todo su significado hoy cuando las minorías adquieren derechos excesivos en detrimento de la mayoría o de los «ricos».
Después de mi conversión, viví durante mucho tiempo en un barrio donde vivían muchas celebridades, la mayoría de las cuales eran de origen judía. Rápidamente me di cuenta de que una forma de discriminación funcionaba en mí. Me sentí más apasionado por llevar el testimonio del Mesías a estas personas que a los anónimos. Me imaginé que llevar a una persona así al Mesías sería un evento que haría mucho ruido y que todo el país se enteraría. Por mi parte, habría obtenido un magnífico trofeo que podría haber presumido a partir de entonces. Fue esta ley la que juzgó esta tendencia que permaneció en mí. Solo tiene derecho a realizar un ministerio a su vecino, lo que es capaz de dejar de lado sus preferencias, sus convicciones y sus aspiraciones humanas.
Hay muchas asambleas cristianas en el mundo, donde los conductores, presbíteros o ancianos están sentados en un lugar separado, como las áreas VIP de los conciertos de rock. Allí se sientan los «grandes» como aristócratas en sus hermosas ropas, porque son famosos, ricos o simplemente porque son más viejos que los demás. Oí muchas veces que los visitantes buscando comida espiritual y que notan estas separaciones, simplemente se van sin volver nunca más. Los que me hablaron de eso acabaron encontrando una comunidad acogedora donde se respetaba esta ley. Acabaron por encontrar un lugar donde los antiguos no se sientan a la delantera dándo la espalda a los más jóvenes y los más pobres de espíritu, sino al contrario, se mezclan a otros y son ellos que cuidan los nuevos y les lavan los pies y no lo contrario. ¿Cuántos deben ser aquellos que nunca hayan regresado a una congregación cristiana después de hacer este tipo de experiencia y siguen vagando como viudas o huérfanos?
Cuanto más maduros en espíritu estemos en nuestras mentes, más trabajará automáticamente el reflejo de no sentarnos en la primera fila, por miedo de deber sufrir la vergüenza de ser reenviados al último lugar por el Dueño de la casa. Porque puede pasarse que alguien más honorable llege después de nosotros, aunque por ahora, todavía somos nosotros quienes le alimentamos y le cuidamos en espíritu. (Lucas 14: 8-9)
En nuestra casa, generalmente es el miembro más pequeño de la familia el que se sienta a la cabeza de la mesa, porque allí es donde hay un sillón con brasos y él es el más probable que pueda caer durante la comida. Nosotros, los ancianos, nos sentamos en sillas sin brazos, porque nuestros pies tocan el suelo y nos permiten sentarnos bien y mantenernos en equilibrio.
Contrariamente a eso, a veces me he peleado con alguien por los sitios detrás en mítines en asambleas. Ninguno de nosotros quería sentarse delante. Pensé que todo estaba en orden conmigo y con mi oponente, porque nuestra humildad nos hizo codiciar los mismos lugares más modestos. Entonces, me di cuenta de que la situación no era tan idílica como eso. Porque a menudo vamos a la parte de atrás para no tener que asumir nuestras responsabilidades, la comunión con los demás y para evitar nuestros deberes en el ministerio … pero este será el tema de otra enseñanza.
También ver la ley Viudas y huerfános
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