Sobre las “contradicciones” del apóstol Pablo

Cuando analizamos la relación del apóstol Pablo con los Mandamientos de Elohim, vale la pena partir de las palabras pronunciadas por otro apóstol que desde el principio llamó nuestra atención sobre el problema de la interpretación errónea que la gente hace de las declaraciones de su colega. Leamos, pues, lo que Pedro nos dice acerca de Pablo en su segunda epístola en el capítulo 2 versículos 15 al 16:

Y tened entendido que la paciencia de nuestro Yahuwah es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. 2Pedro 3:15-16

El caos reina en la Iglesia debido a ciertas declaraciones de Pablo que son difícil de interpretar. Esto es lo que intentaremos remediar con estas dos enseñanzas siguientes.

Si realmente queremos ser honestos, todos habrán notado al menos una vez en su vida que Pablo parece estar en total contradicción, tanto con el Antiguo Testamento, como con las declaraciones de Yahushua, e incluso con las suyas propias.

Sin embargo, debemos estar de acuerdo en una verdad fundamental:

NO hay ni PUEDE haber contradicción

en aquellos escritos que fueron inspirados por el Espíritu Santo de Elohim y conservados por el mismo Espíritu durante los procesos que los hombres comúnmente llaman canonización.

A partir de ahora ya no debemos huir de lo que nos parece difícil, ni siquiera retirar lo que es bueno para luego barrer el resto bajo la alfombra. Más bien deberíamos pedir persistentemente que Ruah HaKodesh nos ilumine y nos dé las respuestas a estas preguntas cardinales.

Judíos y cristianos están de acuerdo en una cosa esencial respecto del carácter de Pablo. Según ambas partes:

Pablo es quien «canceló» la Ley.

Esto se considera un sacrilegio a los ojos de los judíos y una bendición suprema para los griegos.

Por un lado, los judíos, consideran un escándalo que alguien afirme que la ley ya no es un objetivo a alcanzar y que la principal tarea del hombre no es cumplirla. Por otro lado, las Naciones que originalmente eran forajidas cuando aún no conocían a Yahushua HaMashiah, siempre buscan beneficiarse sólo de los lados positivos de las Alianzas y descuidan lo que les parece difícil o desagradable.

Pablo se situó entre estas dos percepciones extremistas y erróneas de cuál debería ser nuestra relación con Elohim. Es en este estado de término medio espiritual donde todos deberíamos ser como Pablo. Advirtió que nos abstengamos de seguir el espíritu de los fariseos que apuestan todo a la Ley y las obras que de ella se derivan, para no pisotear el sacrificio del Cordero de Elohim.

En el momento en que la mayoría de los primeros discípulos eran judíos recién convertidos, salidos directamente del judaísmo tradicional, el desapego y la purificación del judaísmo babilónico aún no se habían logrado por completo. Todavía no estaba del todo claro para ellos cuál era la diferencia entre las leyes añadidas por los “sabios babilónicos” y las reveladas a Moisés por el mismo Yahuwah.

Pero el problema dista mucho de ser tan simple. Porque los Mandamientos originales también pueden abordarse de dos maneras diferentes. La Ley original puede interpretarse farisaicamente y no espiritualmente. Cuando obedecemos la Palabra del Padre para obtener retribución y evitar el castigo, lo hacemos sólo por amor propio. Pero también podemos obedecer la voluntad de nuestro Padre por amor a Él sin esperar ninguna recompensa de Él, sino simplemente “para agradarle”. Esta forma de obediencia que proviene del amor puro e incondicional es el camino correcto. Es cuando su Hijo perfecto vive en nuestros corazones y nos dirige desde dentro, lo cual es la señal de que los Mandamientos han sido grabados y cumplidos en nuestro interior.

La primera actitud es moralista, es decir formal, basada en concesiones mutuas, como en un contrato entre dos socios comerciales. No por la fe y el corazón, sino por la razón, no por el amor a Yahuwah, sino por el miedo a él, como lo podemos ver principalmente hoy en día en religiones como el Islam, donde los creyentes tienen miedo mortal de su dios al que sirven como esclavos en lugar de hacerlo como hijos.

Todos debemos ser hijos de Elohim a través del Ruach HaKodesh, cuando el Espíritu del Hijo Yahushua llene nuestros corazones para gobernar desde dentro.

Así el Mesías aplica la Ley en nosotros, sin que tengamos que hacer el esfuerzo de respetarla. Simplemente comienza a funcionar por sí de dentro de nosotros, como por instinto.

Por tanto, Pablo ataca no solo al falso judaísmo, que es fundamentalmente humano, sino también a este cumplimiento de la Ley original que se basa en el esfuerzo del hombre por querer perfeccionarse. Este esfuerzo humano es inútil y dañino. Ambos conducen a la muerte.

¿Por qué Pablo contradice a Yahushua? ¿“Ya no estamos bajo la ley” versus “Ni un ápice pasará de la ley…”?

Partamos de un principio fundamental que debemos aplicar en todas las circunstancias:

Si hay una contradicción entre las palabras de Yahushua y las de cualquier otro personaje en la Biblia, la norma es SIEMPRE lo que dice Yahushua.

Si no entendemos, no nos aferremos a lo que más nos simpatiza o a lo que los teólogos nos han metido en la cabeza a lo largo de los siglos. Hasta que seamos lo suficientemente sabios y espiritualmente maduros para entender las palabras de Pablo, que de hecho son a menudo muy difíciles de entender, debemos aferrarnos muy firme y exclusivamente a la palabra de Yahushua y actuar en consecuencia, porque ningún mal puede resultar de esto.

Luego, cuando alcanzamos el nivel de madurez y obediencia suficiente, nos daramos cuenta de que, en última instancia,

Pablo nunca contradijo a Yahushua

La gran diferencia entre ellos fue que a diferencia del mensaje de Yahushua, el mensaje de Pablo estaba dirigido principalmente a personas que ya habían nacido de nuevo y eran de edades y estados espirituales muy diferentes. Yahushua estaba en una situación «más simple», se podría decir, ya que todos estaban en el mismo nivel espiritual y nadie había nacido de nuevo y había recibido el Espíritu Santo todavía.

La ley engendra la muerte

La ley es un arma peligrosa como un cuchillo. Con ella se puede matar, mutilar y herir si se considera como una simple letra, pero también se puede utilizar para alimentarse, para cortar tumores y gangrenas, incluso para defenderse, en una palabra para mantener y preservar la Vida, si se vive en el Espíritu.

La letra mata y el Espíritu da vida.

2 Corintios 3:6

Y si no aprendes del Padre cómo usarlo, te haras daño a tu mismos y a los demás. Y si la rechazas por miedo o por cobardía, al final la ley misma te juzgará.

La Ley es la Palabra, y la Palabra se hizo carne. El que no muere como un hombre viejo y no resucita como una nueva creación en Yeshua, en la Palabra, en la Ley Viva, será alcanzado por el juicio de Yahushua en su regreso.

La cuestión de los débiles

La raíz de todo lo que parece contradictorio en lo que dice Pablo es el concepto de debilidad. Él pone en segundo plano todas las leyes y mandamientos de Elohim para los débiles, para los que aún son niños en espíritu, para que no los carguemos con cosas que aún no les conciernen. Los temas que conciernen a los mayores no deben ser tratados en oídos de los más jóvenes, para que ninguna costumbre, dogma u otra tradición falsa llegue a velar el corazón de los niños. Si se obligaran a hacer cosas en lugar de dejar que el Mesías los moldeara desde dentro, eso sólo los alejaría del Espíritu del Mesías.

Porque la ley de la VIDA y del AMOR prevalece sobre todas las demás.

Si se ha restablecido en nosotros una ley que aún no se ha restablecido en nuestro prójimo, evitemos enseñarles a obedecerla, porque en lugar de acompañarlo por el camino de la santificación, lo pondríamos nuevamente bajo la maldición de la ley. Así, su relación con la ley se reduciría a la letra, a las formalidades, al farisaísmo, en una palabra, a la religiosidad. Lo haríamos un fariseo y no un discípulo capaz de discernir por sí mismo, a través del Espíritu, lo que debe pensar y actuar en una determinada situación y en un determinado momento de su camino. Terminaría obedeciendo los decretos con la esperanza de obtener más recompensas y bendiciones y extrañaría la conducta del Ruah HaKodesh quien a su vez terminaría retirándose momentáneamente por falta de sumisión a Él.

Los mandamientos se han cumplido en mí cuando ya no los obedezco por obligación, sino instintivamente, sin pensarlo e incluso deseando profundamente cumplirlos y sin siquiera poder imaginarme hacerlo de otra manera.

Es bueno poder resistir la tentación. Pero si el problema no se resuelve a nivel del espíritu y obedecemos la voluntad de Elohim sólo a costa de luchas internas, tarde o temprano surgirán grandes problemas en nuestra vida espiritual. Lo que todavía tengo que resistir cuando ya he nacido de nuevo es un pecado del que aún no estoy libre. Es por tanto necesario deshacerme de él, limpiarlo para que el poder del Mesías no deje de progresar en mí. Este mecanismo no es más que el

PROCESO DE SANTIFICACIÓN

El pecado es la raíz de todo desorden y de todos los obstáculos. Sólo la ley puede exponer el pecado. Y Yahushua puede liberarnos del pecado aplicando los Mandamientos. Porque Él es Sumo Sacerdote que ejecuta juicio contra el pecado en nuestros corazones – al nivel de nuestra mente.

Somos los Templos de Su Espíritu y Él ministra en nosotros como Sumo Sacerdote según el orden de Melkishedek y según todos los Mandamientos concernientes a los Sumos Sacerdotes que desde hace mucho tiempo han sido revelados en la Torá. En lugar de terneros, novillas, cabras y otros animales, Él quema nuestros pecados restantes mediante la ejecución de la Ley.

Esto puede manifestarse a nivel de nuestras relaciones con nuestro entorno en el mundo visible: relaciones mueren, otras reviven o surgen; vínculos se rompen, otros se fortalecen; personas hasta ahora hostiles cambian repentinamente su actitud hacia nosotros; nuestras condiciones de vida se estabilizan o incluso mejoran; etc. Pero pienso aquí sobre todo en los problemas internos de nuestra persona que, como obstáculos, nos impiden avanzar.

La raíz de todo pecado es la infracción de una ley. A la larga esto implica la muerte si no nos desprendemos del pecado, pero también puede engendrar vida si el Espíritu del Mesías nos libera de él. Es dejando que Yahushua aplique la sentencia contra el pecado que hay en mí que al mismo tiempo me libera de él. Así que es Él, Yahushua, quien toma el lugar del pecado en mi corazón para que Su Ley de ahora en adelante sea aplicada en y a través de mí. Obedezco así la orden dada, porque ella vive dentro de mí y actúa por sí misma, sin esfuerzo, como el soplo que da vida.

Como hemos discutido en varios otros escritos, la Ley, como leemos en las 10 Palabras, o Mandamientos, son promesas, no fueron escritas en modo imperativo en el hebreo original, sino en tiempo futuro: (si vive en nosotros y vivimos en Él), entonces no robaremos, no mataremos, no engañaremos, no fornicaremos…, porque ya no querremos.

Los débiles necesitan leche. Necesita experimentar y ver la Gracia, escuchar la Evangelio, experimentar la liberación, la curación, para que su fe se fortalezca. Luego, gradualmente, comenzará a tener hambre de alimentos cada vez más sólidos. Además de las 5 leyes fundamentales que Pablo nos enumera en Hechos 16:29 (beber sangre, ahogar animales, fornicación, etc.) que todos debemos aplicar desde el principio, tarde o temprano

debes tener la curiosidad de aprender lo que contiene la Palabra, incluidos los mandamientos que se encuentran en los 5 libros de Moisés.

Si queremos conocer cada vez más a fondo la esencia del Mesías, entonces debemos dejar que comience este proceso.

Y mientras masas de maestros predican la negación de la ley, masas aún mayores de creyentes se ven privados de esta curiosidad y de la capacidad de ir en busca de alimento sólido por sí mismos, no a través de maestros, sino independientemente, como adultos espirituales, a través de la guía directa y la enseñanza del Ruach HaKodesh. Cuando, según la promesa, ya no nos enseñemos unos a otros (Jeremías 31:33 y Hebreos 8:11).

Todos tenemos que alcanzar este nivel de madurez espiritual permitiendo así que el Ruach HaKodesh cumpla esta promesa en nosotros y dejar de enseñar a nuestros propios hijos espirituales cuando ellos también se conviertan en adultos como nosotros. Como en el caso de una familia física. No somos los mismos padres para nuestros hijos adultos que cuando eran niños. Una vez que crezcan, en el mejor de los casos debemos presentarnos ante ellos como testigos y ejemplos.

Por tanto, no prohibamos a nadie comer conejo o cerdo, celebrar el domingo y la Navidad, o poner nombres extranjeros al Eterno, siempre y cuando estas personas lo hagan con un corazón puro y que sean todavía inmaduros de espíritu, porque ofenderlos. Y, si él nos escuchara y regresara a los originales, a lo sagrado, pero no es Ruach HaKodesh quien restaura estas preguntas en su corazón y en el momento apropiado, sino yo y a nivel de su intelecto, entonces yo hubiera trabajado en vano.

Porque es posible salvarse incluso ahogándose en carne de cerdo, si el Salvador nos pilla a tiempo y le decimos sí. Nadie debe intentar forzar o acusar a alguien que, por pureza de corazón, aún no cumple un decreto que ya se ha vuelto importante y natural para nosotros.

Pero si ya no eres parte de los débiles, porque ya eres adulto o al menos lo suficientemente maduro para pasar a cosas más serias, entonces deja de hacerte el niño y pretender no preocuparte por toda la Palabra de Elohim. Porque si sigues alejándote y negándote a conocer y obedecer la ley, terminarás en un gran problema.

A partir de cierta edad, también nos pueden golpear con palos si continuamos con nuestro infantilismo.

En nuestro ministerio, no debemos jugar a ser pequeños cristos juzgando a los débiles, sino presentarles al misericordioso Yahushua. Porque aún no ha llegado el momento del regreso del Mesías que juzga. El tiempo de la Gracia aún continúa, pero la Ley sigue siendo eterna y válida. Cualquiera que predique lo contrario está predicando un evangelio extranjero. El hecho es que la Ley es aplicada por Ruaj HaKodesh en la vida de cada individuo, según su edad espiritual.

Regresar a la Torá es en sí mismo un acto de suicidio. Pero no volver a la Torah es igualmente suicida. Regresar al Antiguo Testamento pasando por alto Shavuot/Pentecostés conduce a la muerte. Tenemos que entender que la Torá debe quedar grabada en nosotros en la mente a través del Ruach HaKodesh, y luego comenzamos a darnos cuenta con nuestra conciencia cómo funciona en la práctica todo lo que estuvo escrito en la Torá hace mucho tiempo.

No debemos enseñar la cruda ley a nuestros hermanos menores, sino mostrarles el camino a caminar con el Ruach HaKodesh, quien puede fijar los Mandamientos vivos en sus corazones.

Luego, cuando estemos convencidos de que Ruaj HaKodesh también los dirige desde dentro, entonces podremos comenzar a presenciar cómo Él ha restaurado los Mandamientos dentro de nosotros.

Leer más: Pablo y la Ley 2

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